miércoles, 16 de junio de 2010

Feria del libro, Madrid 28 de mayo a 13 de junio de 2010

Hoy he ido a la Feria del Libro es busca de la palpitante actualidad. Y he conseguido un scoop

Informe del Reportero Tribulete que se publicaba cuando, al parecer, el único que había nacido era yo. El Reportero Tribulete que en todas parte se mete.

Paso narrar mi scoop. Esta tarde, movido por un sentido del deber que sólo puede ser calificado de encomiable me he desplazado en metro al Parque del Retiro. Lo del metro no es una acotación banal. Privado de mi vehículo automovil hubiera podido incurrir en una acarreo excesivo de libros mientras que, limitado a mis -ay- ya escasas fuerzas, el alijo habria de ser necesariamente menor.

Bien: me he despojado de mis tarjetas de crédito (que es prácticamente igual a lo que hizo Orígenes cuando se emasculó para evitar la tentación) y me he constituido en el bullicioso Paseo de Coches donde se ubica la simpática feria madrileña y donde el abigarrado público, entre el que no faltaban bellísimas señoritas ataviadas sucintamente entre el vulgo municipal y espeso. Todas ellas poseedoras de magníficas dentaduras que brillaban al sol madrileño tras escuchar las sin dudas insensateces que les susurraban sus acompañantes, individuos a los que un neodarwinista no vacilaría en calificar de eslabones perdidos, aunque -eso sí- considerablemente más jóvenes que yo.

Para no ser prolijo: provisto de ochenta eurazos he recorrido una a una las trescientas casetas, solicitando catálogos, preguntando por un libro con autor, titulo, editorial y año equivocado (a pesar de lo cual los de Fuentetaja, movidos por su fama, no han vacilado en indicarme dónde podría encontrarlo) y (ya voy entrando en materia) he preguntado por cebralibros, iPuns y otros artilugios, incluyendo radios de galena.

Haré un inciso: desde hace más de cuarenta años solicito en todas la editoriales que me gustan, catálogos que casi siempre se me niegan. Puedo explicarme esa actitud cuando yo tenia doce o trece años, pero ahora que no sólo cuadruplico esa edad y tengo un aspecto perfectamente aburrido, ¿para qué creerán que los pido? ¿Para venderlos al peso en una chamarilería? ¿Supondrán que padezco el Síndrome de Diógenes?

Bien: primera noticia bomba, (como se tradujo el libro de Evelyn Vaugh). Los del Grupo Editorial Anaya me regalan su catálogo en un DVD que no he abierto porque aún me tiemblan las manos. Algunos de los que me han negado el suyo me dirigen a su pagina güeb, cuya URL garrapatean apresuradamente, como si uno ignorase que la mayoría de esas páginas son desde un punto de vista bibliográfico e informático una puta mierda. 

Y desde luego, heraldo de los que les va a ocurrir dentro de nada.

Concluyo: me pulo los ochenta euretes, dejando a deber picos en todas las casetas. En otras dos, tras afirmar que soy bibliotecario profesional y tengo enormes poderes para adquirir gigantescos lotes de libros, me fían la mercancia. (En una tercera, deshacen el trato en el último momento, al percatarse de mi risita ahogada).

Y voy concluyendo; señor presidente


Scoop: en ninguna de las más de trescientas casetas hay eBooks. Dos casetas, dos, dicen que lo tendrán, sin mayores precisiones, ni modales, ni formales, ni temporales. En otra afirman que lo que yo quiera y que bajo demanda me escanean lo que les pida en pdf. Es lo que se llama un business plan. Me aseguran que me lo pueden escanear en epá (por ePub, supongo). Les pregunto que si también en MOBI y el casetero me dice que en lo que yo quiera.

Y nada más, cargado de catálogos, adquiridos con malas artes, varias deudas que quizá no deba pagar para que espabilen, un burrada de libros y mi meralgia perestésica haciéndome ver las estrellas, me voy recordando aquello de Larra. "En España hay cosas que no tienen remedido; y son las más."

[Esta entrada de la bitácora está dedicada a mis amigos de 'libros por la cara' con la esperanza de que la encuentren antes de que se produzca el cambio climático]

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